sábado, 11 de octubre de 2014

Una isla con una gran Diversidad Cultural

Haití y República Dominicana: una isla, dos mundos diferentes
Los países comparten una isla, pero se han desarrollado de forma muy diferente. Mientras la República Dominicana es uno de los destinos más populares del Caribe, Haití es uno de los países más pobres del mundo.

La República Dominicana parece un paraíso a primera vista, con sus palmeras, kilómetros de playas de arena y su mar azul cristalino. Millones de turistas llegan al país anualmente para tomar unas vacaciones. La belleza de la naturaleza y los hoteles de lujo encubren el hecho de que la República Dominicana es uno de los países menos prósperos de América Latina, y que está justo en la frontera con Haití, el país más pobre del mundo occidental.
Aunque Haití y la República Dominicana comparten una misma isla, no podrían ser más distintos. Un ejemplo de ello es la infraestructura: "En la República Dominicana existe una red de carreteras razonable, que permite viajar sin mayores problemas de un lugar a otro. En Haití, sin embargo, se necesitan muchas horas para recorrer unos pocos kilómetros”, dice el experto en América Latina Heinz Oelers, de la organización católica Misereor. Igualmente opuesta es la situación en otros sectores. Según las Naciones Unidas, solamente un 50 por ciento de la población haitiana sabe leer y escribir, mientras que en el país vecino el porcentaje llega a un 90 por ciento. La tasa de mortalidad infantil en Haití es casi tres veces mayor que en la República Dominicana.

El cambio climático afecta severamente a Haití

Las grandes diferencias también tienen un impacto directo en la forma en la que el cambio climático afecta a estos países, así como en la forma en la que estos le hacen frente a las repercusiones del calentamiento global. Por ejemplo, la gran superficie costera de Haití lo hace particularmente vulnerable a los huracanes. Las ciudades más importantes de Haití están asentadas en la costa, por eso las inundaciones suelen tener un impacto mucho más dramático. A esto se añade la infraestructura inadecuada que obstaculiza la ayuda rápida en situaciones de catástrofes naturales. Por ello, el terremoto de principios del 2010 causó la muerte de unas 220.000 personas. Debido a que ninguna ciudad de Haití tiene un abastecimiento regular de electricidad, para muchos haitianos la fuente principal de energía es la madera. En gran medida, esta es una de las razones por la cual los bosques del país han desaparecido. En consecuencia, las fuertes lluvias provocan deslizamientos por las empinadas montañas ya sin árboles, debilitando así aún más los medios de subsistencia de la población local que, a diferencia de la República Dominicana, está densamente ubicada en las zonas rurales.

Para que el suelo pueda sostener una vegetación espesa es necesario hacer una serie de cambios significativos. Para lograr esto, según Heinz Oelers, se podría combinar la explotación forestal y la producción de alimentos. “En lugar de utilizar grandes superficies para la agricultura, se podrían plantar frutos y tubérculos como la yuca, plátanos y aguacates, que crecen bien en los trópicos", explica el experto.

Herencia colonial distinta

¿Pero por qué estos dos vecinos insulares se han desarrollado de manera tan diferente? Las respuestas las encontramos principalmente en el pasado. Durante mucho tiempo, toda la isla “La Española” estuvo bajo el dominio español, hasta que España cedió a Francia el tercio occidental de la isla en 1697. La región recibió el nombre de Saint Domingue, y se convirtió en la colonia francesa más rica. Para diferenciar a ambas colonias, la parte oriental de la isla se llamaba también Santo Domingo Español o Santo Domingo Oriental. Los franceses llevaron a la isla cientos de miles de esclavos africanos para trabajar en la producción de azúcar, café, cacao y algodón. Hasta que en 1791, hubo una revuelta de esclavos y poco después se abolió la esclavitud. Después de una larga y cruenta guerra, la colonia proclamó su independencia en 1804. A partir de entonces, Saint Domingue lleva el nombre de Haití.


Sin embargo, el nuevo país estuvo plagado de problemas. Los latifundios habían sido divididos entre la población, y pronto casi todos los haitianos pasaron a tener tierras, pero muy pocos podían vivir en ellas. Las parcelas eran demasiado pequeñas, y los nuevos propietarios difícilmente se podían poner de acuerdo para una gestión conjunta. Además, la población de Haití nunca fue homogénea. "Los esclavos provenían de más de un centenar de grupos étnicos diferentes, y originalmente no tenían nada que ver unos con otros", dice Oliver Gliech, experto en Haití del Instituto Latinoamericano de la Universidad Autónoma de Berlín. "Durante décadas, vivieron en un régimen de poder legitimado por la fuerza". No es de extrañar entonces que al caos sangriento de la guerra del siglo XIX le sucedieran rebeliones y golpes de estado, monarcas autodenominados y dictadores que eran rápidamente derrocados. Este patrón continúa hasta hoy.


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